Las bacterias que se han vuelto resistentes a los antibióticos pueden persistir en el cuerpo durante muchos años y provocar infecciones recurrentes. Las personas con mala salud corren un riesgo especial.
Algunas infecciones bacterianas pueden ser realmente graves, advierten los científicos de la Universidad de Basilea, entre ellas: neumonía, infecciones del tracto urinario y sepsis.
Algunas cepas han aprendido a lidiar con antibióticos comunes, como los derivados de la penicilina o las cefalosporinas. Los investigadores dicen que una vez que estas bacterias colonizan el cuerpo de un paciente, pueden permanecer en él durante mucho tiempo. Analizaron muestras tomadas durante un período de 10 años de diferentes partes del cuerpo de 70 voluntarios para verificar la presencia de bacterias resistentes a los antibióticos Klebsiella pneumoniae y E. coli. Se centraron principalmente en los ancianos y los enfermos.
El análisis de ADN mostró que las bacterias se adaptan rápidamente a las condiciones en diferentes partes del cuerpo y luego los cambios se ralentizan. Estos microorganismos pueden detectarse tras nueve años de colonización. Esto representa una amenaza para todos. «Estos pacientes no sólo sufrieron infecciones recurrentes, sino que también se convirtieron en una fuente de infección para otras personas: sirvieron como reservorios para estos patógenos», dice la Dra. Lisandra Aguilar-Bultet, autora principal del estudio publicado en Nature Communications. El experto destaca que «se trata de una información fundamental desde el punto de vista de la elección del tratamiento».
El hecho es que si se produce otra infección, es posible que los antibióticos utilizados anteriormente no funcionen. Los científicos han notado que a veces bacterias de diferentes especies utilizan la misma maquinaria genética para hacer frente a los antibióticos. Los genes correspondientes necesarios para su funcionamiento se transfieren a pequeños elementos móviles del genoma, los llamados plásmidos. Esto nos permite creer que las bacterias, incluso las que pertenecen a diferentes especies, viven en el cuerpo humano e intercambian plásmidos entre sí.
Afortunadamente, los hospitales cuentan con métodos que reducen los riesgos cuando se utilizan en pacientes previamente infectados con bacterias resistentes a los medicamentos. Sin embargo, como señalan los autores de la publicación (https://www.nature.com/articles/s41467-023-44285-w), en la vida cotidiana es difícil prevenir la transmisión de microbios peligrosos a otras personas.
Marek Matacz
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